sábado, 27 de marzo de 2010

Despropósito hasta el final

Faltan 17 segundos para acabar el encuentro. Un jugador de Sustraiak pisa a uno de los nuestros, y no levanta el pie. Sí, el mismo jugador de las pataditas, el mismo que en el partido de ida, y perdiendo por más de veinte puntos le puso la zancadilla por detrás a uno de los nuestros, y le espetó que se tomaba la justicia por su mano. Sí, ese gran jugador, pero también innecesariamente marrullero dio un pisotón, al que nuestro jugador le respondió con una patada a la altura del tobillo. El jugador cae al suelo, uno de sus compañeros va a por el nuestro, salta gente del banquillo al campo, que empujan e insultan a nuestro jugador. Saltan algunos de nuestros jugadores al campo, no todos. Salta el delegado de Sustraiak quien agrede claramente a nuestro jugador, éste responde poniendo la mano y en esa acción le tira las gafas al suelo. Los árbitros están allí pero como si no estuvieran. Es el anotador quien intenta poner las cosas en su sitio y se lleva a los árbitros fuera del campo.

En los minutos que los arbitros permanecen fuera nuestro jugador, a pesar de todo lo ocurrido, se disculpa ante los jugadores contrarios. Entre éstos hay quien comenta que no pasa nada, que ya está olvidado. Nadie de Sustraiak se dirige a nuestro banquillo para disculparse, ni por esas acciones finales ni por su comportamiento durante el partido.

Vuelven los árbitros, el principal decreta las sanciones pertinentes; aunque en este caso son totalmente impertinentes, igual que su arbitraje durante 39 minutos, 43 segundos. Promulga la descalificación de nuestro jugador, la de uno de Sustraiak, y la de su delegado. Además sanciona con una técnica a cada banquillo por invasión del terreno de juego. Alucino. No sé si está de broma, no soy capaz de asimilar tanta y tan errónea información. Resulta que considera que la invasión de los jugadores de banquillo de Sustraiak, con insultos y empujones están justificados. No entiendo. Pero el partido se reanuda. Pese a todo, tenemos alguna opción final de empatar, pero no acertamos, y el partido se acaba.
Nuestro jugador se disculpa ante los árbitros.

Mi cara seguramente expresa incredulidad, impotencia, una creciente sensación de robo. Aún así trato de hacer autocrítica. Incluso en un momento como ese intento buscar mi responsabilidad, no la de los demás. Comprendo que podíamos y debíamos haber ganado, mas sigo llegando a la conclusión de que hemos sido robados en Trápaga.
Pero todavía no ha acabado el robo. Aún queda el informe arbitral...

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